Nunca fui lo realmente consciente de
todo lo que me rodeaba hasta aquel momento.
Cuando confían en ti para emprender
algo tan maravilloso como es hacer el Camino de Santiago es cuando te
das cuenta de toda la grandeza y magia que hay en este colegio, y lo
afortunada que has sido.
No diría que fue un camino fácil,
hubo muchos dolores, muchas ampollas, noches de frío y duchas
compartidas, a veces incómodas. Pero nada de eso es comparable al
hecho de la lucha durante cinco días y una lucha de todos juntos. Eso fue lo realmente bonito.
Darte cuenta de que nunca ibas sola, y
no eran necesarias las palabras. Hubo conversaciones absurdas, pero
todo eso me permitió conocer a la gente que hoy me rodea y conocerme
en cierta medida a mí.
Pondría la mano en el fuego diciendo
que el momento más maravilloso fue cuando llegamos a Santiago. Yo ya
había estado y la había visitado, pero la sensación de haberlo
conseguido, de gritos, alegría y lloros... era la primera vez que
sentía aquello.
Recuerdo a todos echados en mitad de la
plaza, celebrando que lo habíamos conseguido, que éramos los
primeros y que detrás de nosotros vendrían muchos más, pero no iba
a ser lo mismo, no todo iba a ser nuevo.
Y en ese momento , justo allí es
cuando dices :”Pues no ha sido para tanto, al final dormir en el
saco me ha gustado, las duchas han sido unas risas, y seguir andando
mientras llovía y estaba el camino lleno de barro sólo es una
anécdota más. Y la mochila... maldita mochila, he podido con ella.”
No sabría describir en una palabra
tanto tiempo compartido, prefiero que se viva, por que es algo
mágico. Por que es una de las experiencias de mi vida y eso es
indescriptible.
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